Echándote de menos

Ya no sé si el nosotros pasamos por el tiempo o el tiempo pasa por nosotros. Hace ocho días estaba camino de uno de mis descansos relámpago hacia Alicante, donde está yendo todo el mundo ahora por aprovechar la libertad que de momento tenemos en algo de ocio, menos mal yo no salí de mi cala y la habitación. Hoy es nuevamente viernes y estoy en mi casa. Como libro puedo disfrutar un poco de la frescura verde y el color de algunas flores de época de mi terraza. Ha sido una semana curiosa en términos cronológicos, de pronto me encuentro otra vez aquí y ni he visto los días pasar. El presente se convierte en los recuerdos del pasado que ya no existe o en las preocupaciones del futuro que no son reales y nos quedamos con esas sensación de echar algo de menos sin saber lo que es, como si nos faltase algo.

A propósito de echar en falta, os quiero hablar sobre un caso que ya tiene al menos dos años de estar conmigo y el único motivo de interrupción han sido los veranos hasta este año, que el “bicho” no nos ha permitido vernos desde Marzo, pero lo más alucinante de todo es que desde ese mes ha estado prácticamente haciendo lo mínimo y está igual de bien.

Tiene hernias discales cervicales y lumbares, estrechamiento del canal vertebral y una cifosis importante que le provoca su significativa hiperlordosis en sus otras dos curvas raquídeas, pinzamiento del nervio ciático a causa del estado de su columna y trocanteritis por la descompensación de cargas en las caderas. Un caso clínico impresionante que vino a hacer Pilates con 75 miligramos de un analgésico compactados en una píldora que todos conocemos a prepararse para, contra su voluntad, acudir a la intervención quirúrgica que su equipo médico le había recomendado. Evidentemente toda esta situación no le daba los mejores ánimos y hubieron días en los que lo mejor que podía hacer era escucharle.

Empezamos con paciencia, midiendo. Trabajando individualmente al principio para conocer sus límites y poder llevarle de la mejor manera, animándole a trabajar en su bienestar con las cosas que podía hacer, que para mí eran mucho. Como es una persona nerviosa por naturaleza, su sistema nervioso central estaría en alerta máxima en aquel momento. Su respiración era el talón de Aquiles, no lograba llevar una respiración fluida, vivía en apneas e hiperventilando lo cual me orientó y empecé a meterme ahí, entre asociar en su mente la respiración a la activación de los músculos respiratorios, abdominales y del suelo pélvico pasamos unos días buenos en supino y dentro del plano sagital y su eje, incorporando las bases en su cuerpo.

“En cuanto entras al cerebro todo cambia, hasta el ánimo.”

Llegó el momento de incorporarle los demás ejes con paciencia y poco después ingresó a un grupo de su rango de edad, en el cual, socializar le ha venido de perlas. Ya tenía seguridad al tumbarse, de iniciar la rutina de preparación al entrenamiento y de que mi atención estuviera compartida con otras personas. Muchas risas por las ocurrencias de uno de sus compañeros y mucho esfuerzo para progresar, lo único que hay que hacer para avanzar con un caso así es dedicar tiempo a comprender el cuerpo y estudiar a la persona, eso nos da todas las herramientas a través del sentido común para poder enseñarle que es posible recuperar una calidad de vida.

Hasta marzo era la persona más avanzada de su grupo, sin dolor permanente a pesar de haber reducido su dosis de medicación a 25 miligramos, se mira en los cristales con su postura tan notablemente mejorada y además presume de su caso. Hemos hablado durante el confinamiento muchas veces y hay un aprecio importante, nos da pena no vernos pero sabemos que a la vuelta del verano al menos hablaremos un rato.

Lo que más me alegra es que no le tuvieron que operar.

Niven